domingo, 14 de agosto de 2011

La gente en la vida de uno es como el teclado de un piano: hay demasiadas teclas blancas que están para rellenar, y un par de teclas negras que nos marcan para siempre. Y son esas teclas negras quienes tienen el poder de lastimarnos, de sonar desafinadas, o de componernos la serenata más hermosa capaz de escucharse jamás. Es cierto, la gente nunca deja de decepcionarte, la gente se quiere o no se quiere, se ama o no se ama, no existe una fábrica de sentimientos ni una formula para el amor que sea capaz de decirnos los movimientos exactos que dar.
Sin embargo, la vida es un trabajo. Por mas feo que suene, es nuestro trabajo conseguir, buscar, pelear por las cosas que nos hacen felices. Nada se aparece regalado en balde. Si alguna vez fuiste capaz de saber lo que piensa una persona con solo mirarla, si alguna vez fuiste capaz de conocer la peor parte de alguien y no te asusto, si alguna vez fuiste capaz de sentir que vale la pena vivir la vida al lado de alguien, o si fuiste capaz de abrazar a alguien y sentir que eran una sola persona, no importa nada más. No importa nada mas, lucha, pelea, hasta que no te queden fuerzas. Lucha, por que cuando estés viejo y la música de las teclas blancas te aburran, te vas a replantear toda tu vida. Busca la tecla negra que te haga feliz, que te comprenda, y que no haga falta tocarla para saber como suena.
Hace lo que sea, cualquier cosa que funcione, lo que te sirva, lo que sea que te de resultado. Nadie puede empañarte ni nublarte la vista más que a los ojos, el corazón camina por cuenta propia y nunca miente. Por eso, mira a tu alrededor, y
hace lo que sea para encontrarlo.